Estados Unidos redefine su postura fiscal internacional: oportunidades y desafíos para Panamá
Por José Andrés Romero A., abogado tributarista internacional
El 28 de junio de 2025, el Senado de los Estados Unidos aprobó una nueva versión del proyecto legislativo conocido como One Big Beautiful Bill (OBBB). Esta propuesta de reforma fiscal marca un giro importante en la política tributaria internacional estadounidense, con implicaciones directas para países como Panamá, especialmente en lo que respecta a la atracción de inversión extranjera y la relación bilateral con EE.UU.
Una de las noticias más relevantes es el retiro formal de la controvertida Sección 899, que en versiones anteriores del proyecto buscaba imponer medidas punitivas a países que Estados Unidos considerara como “jurisdicciones fiscales desleales”. Su eliminación representa una victoria para la diplomacia multilateral y abre un espacio para el diálogo constructivo entre Panamá y EE.UU.
Sin embargo, el proyecto no abandona el objetivo de controlar la erosión de la base imponible. Al contrario, refuerza mecanismos como el impuesto GILTI, que grava las utilidades de subsidiarias extranjeras de empresas estadounidenses, y transforma el impuesto mínimo BEAT, que ahora se convierte en un “súper BEAT” con mayor alcance para gravar pagos deducibles hacia jurisdicciones con baja tributación efectiva. A pesar de ser técnicamente más sofisticadas, estas herramientas tienen un efecto claro: presionar a las empresas para que generen valor en países con sustancia económica real y tasas tributarias adecuadas.
En paralelo, el G7 —grupo que agrupa a las economías más grandes del mundo— anunció una revisión profunda del segundo pilar del plan fiscal global de la OCDE, el llamado Pilar 2. Este pilar establece un impuesto mínimo global del 15 % sobre utilidades empresariales. El G7 ha reconocido que la implementación desigual de estas reglas está creando fricciones y propuso flexibilizar el tratamiento de ciertos incentivos fiscales y créditos tributarios, especialmente cuando estos tienen respaldo económico real. También se reabre el debate sobre los llamados impuestos digitales, con la intención de encontrar soluciones más equilibradas.
¿Qué significa todo esto para Panamá?
El escenario es complejo, pero ofrece oportunidades. Por un lado, varios regímenes especiales panameños —como zonas francas o regímenes logísticos— podrían perder parte de su atractivo si las matrices de grandes empresas deben pagar impuestos adicionales en sus países de origen. Por otro lado, la eliminación de la Sección 899 y el clima de renegociación global abren una ventana estratégica para que Panamá modernice sus regímenes fiscales, demuestre su compromiso con la transparencia y busque un acuerdo bilateral con Estados Unidos para evitar la doble tributación.
Panamá debe mostrarse como un país que protege su soberanía fiscal sin cerrarse al mundo. Es el momento de revisar nuestros incentivos, reforzar la sustancia local y ser parte activa del nuevo diálogo fiscal global que ya ha comenzado.